En los últimos veinte años, hemos visto la evolución de los smartphones, que han pasado de ser sucesores de los teléfonos móviles tradicionales a ser verdaderos asistentes digitales indispensables. Hoy en día, estos dispositivos reúnen funciones que van mucho más allá de las llamadas y los mensajes: realizamos transacciones bancarias, accedemos a seguros, pagamos nuestras facturas, interactuamos en plataformas corporativas y, por supuesto, grabamos nuestro día a día con cámaras cada vez más sofisticadas. No es exagerado decir que una parte importante de nuestra vida se almacena dentro de estas pequeñas computadoras de bolsillo.
Sin embargo, toda esta evolución tecnológica viene acompañada de un gran reto: la demanda de energía. Nadie quiere quedarse sin batería justo cuando es el momento de ver su serie favorita o responder mensajes de WhatsApp. Y el tema es tan delicado que un estudio realizado por la consultora Counterpoint con usuarios de smartphones señaló que el 65% de los encuestados tiene «malestar emocional» por la falta de batería en su dispositivo, y más del 70% de estos usuarios comienzan a sentir ansiedad cuando la batería es menor a 20%.
Si nos fijamos en las especificaciones técnicas de los dispositivos en las tiendas, nos daremos cuenta de que las baterías no han tenido un crecimiento significativo de capacidad a lo largo de los años. Haciendo una analogía con el sector automotriz, es como si tuviéramos motores cada vez más potentes, pero sin un aumento proporcional del tamaño del tanque de combustible.
En el mundo del automóvil, la autonomía y la eficiencia de los motores son conceptos muy discutidos, que indican cuántos kilómetros puede recorrer un coche con el depósito lleno. Sin embargo, cuando hablamos de smartphones este tema sigue siendo tratado de forma superficial. A menudo vemos especificaciones como los 4,000, 5,000 o 6,000 mAh, pero rara vez discutimos cuántas horas de uso real ofrece cada dispositivo.
Las pruebas revelan diferencias significativas en la autonomía de los smartphones, incluso cuando tienen baterías de la misma capacidad. Un modelo con 5,000 mAh puede presentar una variación de hasta un 40% en el tiempo de espera o una diferencia de más de tres horas en la reproducción de vídeo, con dos dispositivos del mismo nivel de precio y la misma capacidad de batería. Es decir, el primer móvil puede apagarse por falta de batería, mientras que el otro seguirá ofreciendo tres horas más de duración para que el usuario disfrute de sus vídeos en el teléfono, por ejemplo.
¿Y por qué sucede esto? Esta autonomía depende mucho de la calidad del «motor» de tu smartphone. Los procesadores modernos y optimizados permiten un uso prolongado con la misma carga, mientras que los chips menos eficientes agotan rápidamente la energía.
Además, la integración de la IA en los procesadores más modernos ha sido una tendencia creciente para optimizar el consumo de energía. Permite que el sistema gestione de forma inteligente la asignación de recursos.
La próxima vez que elijas un smartphone, no te fijes solo en el tamaño de la batería. Investiga la eficiencia energética del procesador y el tiempo real de uso del dispositivo. De esa manera, evitas ser rehén de los puntos de venta, buscando desesperadamente un enchufe eléctrico para enviar un último mensaje o pagar esa factura antes de regresar a casa.