
La evolución tecnológica está dividiendo el panorama empresarial en dos grupos: las organizaciones que integran nuevas soluciones por un lado y las que se aferran a sistemas heredados. Según un análisis de McKinsey, la diferencia en la madurez digital entre las empresas líderes y las rezagadas ha aumentado en un 60 % en los últimos años. Este estancamiento impacta la eficiencia operativa y la agilidad para competir.
El origen de este atraso se encuentra en la dependencia de sistemas legados. Las arquitecturas monolíticas o desactualizadas imponen serios riesgos a la agilidad, la seguridad y la eficiencia de costos. Por ello, abordar su modernización mediante enfoques como la refactorización o la reconstrucción, es un paso esencial para liberar el potencial del negocio y prepararse para el futuro.
“En Axity, entendemos que la modernización no se trata solo de reescribir código. Es una oportunidad para transformar la operación. Nuestro enfoque se centra en desbloquear la agilidad del negocio, mejorar el rendimiento de las aplicaciones y, sobre todo, habilitar la innovación que le permitirá liderar en su mercado. Son elementos que sin duda impactan la experiencia del cliente” afirma Javier Rodríguez, Director de Inteligencia Artificial y Arquitectura en Axity.
¿Por qué modernizar los sistemas legados?
La decisión de modernizar no debe nacer de una perspectiva puramente técnica. El verdadero impulso para modernizar surge cuando la estrategia de la empresa busca evolucionar: lanzar nuevos productos, personalizar servicios o responder con agilidad a un mercado cambiante.
Por esto, limitarse a cambiar un lenguaje de programación sin alinear la tecnología con estos objetivos es como traducir un texto a otro idioma sin corregir el mensaje de fondo; los problemas de desconexión, la deuda técnica y la lentitud persistirán. Por lo tanto, la modernización efectiva es aquella que responde a la pregunta «¿Qué quiere lograr el negocio? y utiliza la tecnología como un habilitador para alcanzar esas metas, no como un fin en sí mismo.
“Un sistema legado se convierte en un freno para el negocio por una confluencia de factores críticos que van más allá del propio código. El primer síntoma es la brecha de talento. Esta escasez de «soporte humano» crea una capacidad de desarrollo limitada, ralentizando la creación de nuevas funcionalidades y elevando exponencialmente los costos de mantenimiento” completa el experto.
Otro elemento que podría determinar la necesidad de evolucionar los sistemas es un análisis interno del negocio. Se trata de consolidar un modelo que permita cuantificar el impacto real de la inacción: las pérdidas por caídas del sistema, el daño reputacional y la cuota de mercado cedida a la competencia.
Su verdadero valor no es solo exponer el problema, sino responder «qué haremos diferente», planteando una transformación que, más allá de lo técnico, resuelva de raíz los problemas de agilidad y estabilidad mediante una nueva colaboración entre negocio y TI.
Teniendo claridad de los elementos que hacen oportuna la modernización, ¿cuáles son las posibles consecuencias de no tomar medidas oportunas para poner en marcha una actualización? De acuerdo con Axity, el principal riesgo es la incapacidad de innovar. Las tecnologías disruptivas como la IA fracasan al conectarse a sistemas legados lentos y con datos de mala calidad. El verdadero peligro no es fallar en un proyecto, sino quedar excluido de las tendencias que están definiendo el futuro.
Este estancamiento trae consigo la pérdida de relevancia frente a la competencia. Las empresas tradicionales con sistemas centrales lentos son superadas por startups ágiles que nacieron con tecnología moderna. Al no tener ese lastre, responden con una velocidad inalcanzable a las expectativas del cliente. Posponer la modernización es, en esencia, ceder el mercado a competidores que son, por diseño, más rápidos e innovadores.
¿Cómo avanzar en el proceso?
Afrontar una modernización sin un entendimiento profundo de cómo los procesos de negocio se entrelazan con los sistemas legados conduce al fracaso. El primer paso, y el más crítico, es precisamente conectar ambos mundos para visualizar el panorama completo.
Aquí es donde la colaboración con un aliado experto como Axity se vuelve indispensable, ya que el desafío no es sólo técnico, sino estratégico. Se requiere una metodología probada para desentrañar la complejidad acumulada durante años y trazar una ruta clara antes de tomar decisiones que podrían impactar al núcleo de la operación.
“Para materializar este primer paso, Axity implementa su tecnología especializada: Polux Assessment Advisor. Esta herramienta realiza un diagnóstico exhaustivo que mapea los procesos de negocio, los conecta con sus componentes específicos en el sistema legado y descubre todas las dependencias tecnológicas subyacentes”, concluye Rodríguez.
Polux Assessment Advisor hace parte de la suite Polux, un ecosistema de herramientas impulsadas por inteligencia artificial. Con esta, las organizaciones no solo obtienen un diagnóstico preciso de sus sistemas y procesos, sino que también cuentan con un conjunto de soluciones diseñadas para que cada paso de la modernización esté respaldado por datos confiables.
En la práctica, Polux funciona como el «mapa» indispensable para el viaje de la modernización: define la dimensión real del proyecto, muestra las rutas más seguras, identifica qué áreas críticas visitar primero y establece cuál es el destino inicial para generar el mayor impacto. De esta forma, la incertidumbre se reemplaza con un plan estratégico basado en datos.
Identificar el éxito de un proyecto de modernización va mucho más allá de verificar que se ha migrado a un nuevo lenguaje de programación. El verdadero triunfo se manifiesta en una transformación profunda tanto de la arquitectura tecnológica como del modelo operativo de la empresa.
En el plano técnico, el indicador más claro es el desacoplamiento del antiguo monolito. Sistemas que antes eran rígidos y estaban totalmente interconectados se dividen en componentes más pequeños e independientes, como los microservicios.
Este cambio estructural es fundamental, ya que otorga a la organización la agilidad para actualizar o reemplazar funciones específicas en el futuro sin arriesgar la estabilidad del sistema completo.